El toro, una bestia inquieta, gruñía en la tierra seca del Campo de la Colina, contiguo a la parcela familiar. En él, Mike el Negro invertía todas sus ambiciones: no deseaba otra cosa que tener el dinero suficiente para, un día, poder comprar todas las tierras del Gran Granjero Dillon además de sus enormes rebaños.
Aquella mañana el toro dormía bajo la sombra de unos fresnos.
