Aquel día, los vecinos pidieron ayuda para la trilla.
Antes de marcharse a los campos de Doorley, Mike el Negro ladró órdenes a sus hijos, Mike, de trece años, y Liam, de siete.
“¡Traed la vaca y ordeñadla, vamos! ¡Y por el amor de Jesú, vigilad que el toro se quede quieto en el Campo de la Colina!”.
Mike Junior habría preferido unirse a su padre en la trilla comunal, pues no le apetecía nada quedarse en casa bajo los ojos preocupados de su madre.
El toro, una bestia inquieta, gruñía en la tierra seca del Campo de la Colina, contiguo a la parcela familiar. En él, Mike el Negro invertía todas sus ambiciones: no deseaba otra cosa que tener el dinero suficiente para, un día, poder comprar todas las tierras del Gran Granjero Dillon además de sus enormes rebaños.
Aquella mañana el toro dormía bajo la sombra de unos fresnos.
La madre de Mike estaba ocupada en la parcela de abajo, dando de comer a las gallinas cerca de la verja que separaba la casa del Campo de la Colina. La puerta era muy pesada y difícil de cerrar.
Mike, a la manera de su padre, ordenó a gritos a su hermano pequeño que abriera la puerta y se preparase. Luego subió la pendiente en busca de la vaca lechera. Al oír los chillidos de los grajos en las ramas altas, sacó su tirachinas y apuntó. Falló, y el tiro le dio en el hocico al toro dormido.
La bestia cobró vida y se precipitó colina abajo. Liam se apartó de un salto, mudo de terror. El animal avanzó a toda velocidad, corneando a su madre con una estocada mortal. La mujer se desplomó en el suelo, sangre saliendo a borbotones de su espalda perforada.
Mike vio el horror pasar ante él mientras cruzaba impotente la puerta. Enloquecido, cogió una pala y arremetió contra el toro en estampida, obligándolo a retroceder por el Campo de laCcolina.
“¡Que te jodan, cabrón, asesino…!”
“Y tú, tontaina”, le gritó a su tembloroso hermano pequeño, “¿no podías haber avisado a Mami?”.
Horas más tarde llegó un carro con caballos para llevarse el cuerpo al hospital de Athlone para que se pudiese realizar una autopsia. El sargento Macken, del R.I.C., ordenó que sacrificaran a la bestia. Dillon, el granjero y único propietario de un rifle con licencia en la localidad, fue el encargado de hacerlo.
“¡Estúpido idiota!”, aulló Mike el Negro, furioso y disgustado con su hijo mayor. “¡Malditos seáis todos!”.
Enloquecido de rabia y pena por la pérdida de su esposa y de su preciado toro, Mike el Negro se abandonó al alcohol del poitín.
Perdido sin la presencia reconfortante de su madre en el hogar, que ahora se le hacía vacío, el corazón de Mike se endureció. Aquel dolor que sentía era indescriptible, tan profundo que alcanzaba la médula, envenenado con pesar y rabia contra su propia inutilidad.
Maud Hand es periodista, productora de medios de comunicación y profesora. Durante cuarenta años trabajó en los servicios educativos y de comunicación de Reino Unido e Irlanda – incluyendo sitios como la BBC, Channel 4, RTÉ y el Independent. Ahora Maud vive en una finca dónde escribe y medita todos los días, gracias a la inspiración que le otorga su jardín y la comunidad de escritores y artistas del condado de Galway.
This story was translated from English by Gustavo Flórez and Inés G. Labarta
This short story is part of a research project on speculative historical fiction in Ireland and Spain funded by the AHRC and the University of Plymouth.
Picture credits: Scribarius
